Katie está sola.
Su voz es lila y tiene brazos grandes y fuertes. Su centro está en metamorfosis y es una fruta redonda con cáscara, pulpa y semilla. La cáscara de rojos fuertes, combativos e intensos la protege, la pulpa es airosa y amable. Y la semilla, su centro, es tierno y bondadoso, claro y lila con algún destello verde.
Ondula entre su corteza y su blandura interna, cuando se suelta, corre por los bosques como una fiera, como un animal salvaje. Corre libre y ante sus ojos flashean voluptuosos paisajes, frondosos, seductores. Se abren violentamente los pulmones con los aromas plateados, palpita rápido el centro y ella gira sobre sí misma.
En el impulso la cáscara se desvanece y emergen paisajes de sus verdaderos mundos: flores gigantes de pieles hermosas, enredaderas que serpentean y se pierden en el cielo, aguas densas con espuma transparente, bichos fascinantes, tierras húmedas y chorreantes, vírgenes y desconocidas, intensas. Instantes de conexión con estos universos se abren en su voz como pasadizos secretos.
