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Cada retrato fue realizado en distintas etapas: entrevistas con registro sonoro, composición de las piezas sonoras, escritura y finalmente las pinturas. La primera parte del proceso fue grabar a distintas mujeres (amigas, colegas, y encuentros oportunos). Las seleccioné procurando que la lengua materna de cada una sumara un nuevo idioma al conjunto.

 

Tuve un encuentro personal con cada una de ellas en una propuesta de comunicación alterada, ya que las preguntas las realizaba en un idioma común a ambas, pero las respuestas venían en su lengua materna que (salvo el caso de Kathy - inglés) yo desconocía. 

Esta situación artificial de comunicación -con la peculiaridad de tener una escucha desconocedora del código-lenguaje y al mismo tiempo receptiva a otras cualidades del mensaje- generaba en ellas un estado nuevo: la libertad de hablar y contar sin ajustarse al receptor (y la temida grabadora, que al principio de cada encuentro es una presencia molesta hasta que en un punto, se olvida). 

 

Lo primero que les pedí es que hablaran de su voz, que la describieran físicamente como si se tratara de un cuerpo, que me contaran cómo la veían y cómo ese cuerpo imaginado expresaba cosas de sí mismas. También les pedí que cantaran una canción o melodía que tuviera un valor sagrado para ellas, y que me contaran por qué habían elegido esa música. 

Por último, cuando ya estábamos muy dentro del juego y en confianza, las invitaba a  que exploraran distintos sonidos que le resultaran placenteros y propios a modo de pequeña improvisación.

Fueron encuentros muy emotivos e íntimos, me sentía observando un corte anatómico de la persona, fue allí donde comencé a visualizar este cuerpo invisible de la voz y experimenté un gran agradecimiento y amor hacia estas mujeres (tal vez el amor sea una respuesta inevitablemente de los estados receptivos, cualidad tan yin y atributo asociado a la energía femenina)

Para mí, estos encuentros fueron el inicio de un proceso que se fue develando solo, que se manifestó en la necesidad de intervenir los audios, de escribir, de pintar y en ese camino descubrir y ampliar mis conocimientos sobre el fenómeno de la voz humana. 

Para ellas también fueron instancias extraordinarias y movilizadoras, cada una a su manera conectó a través de esta dinámica con algo profundo y emotivo. Creo que en parte ellas y yo nos elegimos mutuamente.


En la siguiente etapa trabajé sobre el material grabado, usando la edición y la manipulación del sonido, buscando destacar los rasgos particulares de cada voz: aquellos que resaltaban tanto en mi escucha como en mi memoria afectiva del encuentro. 

De esta manera compuse cada pieza como una recreación sensible de la experiencia sonora. En algunas de las voces me atrapaba la sonoridad del idioma, mientras que en otras lo emotivo de la voz se imponía. 

Fui construyendo cada retrato a través de un trabajo cercano al collage, al manejo de la ecualización y del paneo, así como la duplicación y superposición de sonido. Estas piezas expresan mi manera de sentir estas voces, así como mis observaciones de relaciones y formas que en el tiempo lineal no son evidentes, pero que a partir de quebrar el tiempo con la multiplicación y la superposición, se logran poner en evidencia.

 

Me encontré con que la voz escuchada, sensiblemente no coincidía en ninguno de los casos con el cuerpo de la persona: se apoderaba de mí esta idea de fuente imaginaria de la cual emergen los sonidos, confiando en que esta imaginación se alimentaba de percepciones intuitivas -que salen de los límites de la razón, no por ello menos ciertas-.

 

El siguiente paso entonces fue poner en papel las palabras que ya rondaban en mi mente, esas descripciones que surgían de la escucha profunda.

 

Por último comencé a hacer una pintura a partir de esos textos, dándole forma y color a cada una de ellas, buscando representar aquello que se presentaba en mi percepción interna. Para representar este cuerpo invisible y sin límites, el formato circular -con todo su simbolismo- se impuso como necesario. 

En cada partícula de sus voces encuentro la esencia de lo que cada una de ellas me mostró de sí misma, sabiendo o sin saber.

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